El plazo que supuestamente vence hoy para la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es una línea imaginaria que el presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Paul Ryan, le puso a la Casa Blanca. Vamos, es un asunto de política interna.

Hay elecciones legislativas en Estados Unidos y puede cambiar la composición entre demócratas y republicanos. Y la advertencia de Ryan a Trump era por si tenía planes de que fuera la mayoría republicana la que le diera trámite al acuerdo.

Pero si se logra un arreglo entre México, Estados Unidos y Canadá fuera de esos plazos legislativos, ya le tocará a Trump arreglárselas en su política interna. Mientras tanto, tenemos el otro tratado vigente.

Además, los que entienden los entretelones de la política del Capitolio ya dejaron claro que realmente hay otras semanas más para que sean los actuales legisladores los que se encarguen de un eventual visto bueno al nuevo TLCAN.
El punto es que, bajo la óptica de las maneras abusivas de negociar de Donald Trump, Estados Unidos quiere usar este tema de los tiempos como una presión en contra de sus socios comerciales.

A Canadá eso de los tiempos le vale. No tiene en el panorama presiones políticas importantes. Pero México sí. Las elecciones del 1 de julio pueden ser un parteaguas, un antes y un después, un brinco al pasado para este país, y Estados Unidos lo sabe.

Pero colmilludos como son los negociadores mexicanos, ya le hicieron saber al equipo estadounidense que, si bien la presión política existe, tampoco será una razón para doblarse en temas de gran importancia para México.

De entrada, en la Unión Americana deben tener claro que la elección no está resuelta, que no hay un resultado predeterminado y que se han cerrado las encuestas. Y más importante aún, deben tener claro que México no aceptará ningún abuso en la negociación, aunque eso nos cueste quedarnos sin TLCAN.

Por eso es que el mensaje de que, si llega la negociación hasta una fecha posterior al 1 de julio, se habrá de incorporar al equipo de transición del siguiente gobierno. Si llega septiembre, tocará a la siguiente legislatura revisar su eventual aprobación y si llega diciembre, pues que negocien los que lleguen. Lo que sea, pero que sea algo conveniente para México.

Y es que no hay que quedarnos con la idea de que lo único que detiene la renegociación del TLCAN es quien construye los tableros o los espejos retrovisores de los autos fabricados en la región.

Es cierto que las reglas del sector automotriz son importantes, pero lo que realmente pretende hacer Donald Trump con el TLCAN es una forma no de comerciar, sino de colonizar Norteamérica.

Quiere meterse a regular el Congreso, el Banco de México, los aranceles y las leyes laborales.

La expectativa de que se pueda cerrar satisfactoriamente el TLCAN no depende de los tiempos de Paul Ryan ni de las elecciones mexicanas; depende de que Estados Unidos quiera socios y no subordinados imperiales.