Foto: CUARTOSCURO Es reconocido por dos de sus obras más famosas, como el libro de cuentos El llano en llamas y la novela Pedro Páramo, nunca dejó de lado el retrato de su realidad, la del México rural del siglo XX  

“Los problemas sociales se pueden plantear de una manera artística”, dijo Juan Rulfo.

Reconocido por dos de sus obras más famosas, como el libro de cuentos El llano en llamas y la novela Pedro Páramo, nunca dejó de lado el retrato de su realidad, la del México rural del siglo XX.

Novelista, cuentista, fotógrafo y editor, cumpliría 101 años el próximo 16 de mayo. A partir de sus dos libros más aplaudidos, escritos en la década de los años 50, surgió su segunda novela El gallo de oro, publicada en 1958.

Un año después, llegaría el cortometraje El despojo, adaptado por él mismo de un cuento de su autoría.

Para 1964, colaboró en la película La fórmula secreta con un poema homónimo, leído por Jaime Sabines en la pantalla.

Las dos últimas décadas de su vida trabajó en el Instituto Nacional Indigenista, donde editó una de las colecciones de antropología contemporánea más importantes de México, destaca la Enciclopedia de la Literatura en México.

Una faceta poco conocida de Rulfo son las cartas amorosas escritas a su esposa Clara Aparicio. Un total de 81 cartas son recopiladas en el libro Cartas a Clara, con quien se casó en 1947 y estuvo junto a ella hasta el fallecimiento del autor, en 1986.

Una de las cartas a Clara Aparicio
“Chiquilla: ¿Sabes una cosa?
He llegado a saber, después de muchas vueltas, que tienes los ojos azucarados. Ayer nada menos soñé que te besaba los ojos, arribita de las pestañas, y resultó que la boca me supo a azúcar; ni más ni menos, a esa azúcar que comemos robándonosla de la cocina, a escondidas de la mamá, cuando somos niños.

También he concluido por saber que los cachetitos, el derecho y el izquierdo, los dos, tienen sabor a durazno, quizá porque del corazón sube algo de ese sabor.

Bueno, la cosa es que, del modo que sea, ya no encuentro la hora de volverte a ver.
No me conformo, no; me desespero.

Ayer pensé en ti, además, pensé lo bueno que sería yo si encontrara el camino hacia el durazno de tu corazón; lo pronto que se acabaría la maldad a mi alma.

Por lo pronto, me puse a medir el tamaño de mi cariño y dio 685 kilómetros por la carretera. Es decir, de aquí a donde tú estás. Ahí se acabó. Y es que tú eres el principio y fin de todas las cosas. Juan”.

(Extraído del libro Cartas a Clara, de Editorial RM)

 

 

JNO