No podrá quejarse el París Saint Germain si es botado por Neymar, como antes lució absurdo el Barcelona al sorprenderse por su intempestiva salida, como en un eventual futuro el Real Madrid no tendría argumentos para extrañarse si le sucede lo mismo.

Llegados a este punto de su brillante carrera, raro sería que el futbolista brasileño renunciara a su naturaleza tendiente a la traición, proclive a la infidelidad, renuente a respetar ya no lo hablado, sino siquiera lo firmado.
Si este verano el Madrid termina por consumar su fichaje, le habrá perdonado uno de los adulterios más dolorosos en su historia moderna: cuando en 2011 Neymar efectuó pruebas médicas con los merengues y prometió que estaba de acuerdo con todas las condiciones pactadas, sólo para informar unos días después que ya pertenecía al acérrimo rival, el Barça.

Tiempo después, conforme se abría la cloaca que fue ese traspaso, conforme trascendían cifras y comisiones ocultas, conforme el embrollo crecía, Florentino Pérez afirmaría que si dejó escapar a Neymar, fue porque de origen algo no parecía correcto. Pues bien, si los blancos le compran ahora, confirmarán que lo único que entonces no pareció correcto, fue la decisión del omnipotente padre de llevarse a su niño a Cataluña.

Cuando el PSG decidió elevar la marca de la transferencia más cara de la historia al doble y abonó los 222 millones de euros de la cláusula de rescisión, pensó que plantaba la principal semilla en su futuro de grandeza: una relación duradera, un vínculo a larguísimo plazo, con Neymar envejeciendo en París y coleccionando títulos en el Parque de los Príncipes.

Incluso entonces, con semejante desembolso y promesa de desarrollo, parecía ilógico que el PSG no predijera que muy pronto, aun antes de la llegada del invierno francés, su elegido ya estaría coqueteando con otros.
¿Cuánto necesita gastar alguien para tener contento al clan Neymar, confirmado que una operación de 500 millones de euros ha sido insuficiente? No existe cifra, sino la única vía a ingresos constantes que es un traspaso al año: comisiones, gratitudes en efectivo, primas, mejoras exponenciales de contrato.

Si el Madrid compra a Neymar, no podrá quejarse después: estará comprando una inevitable crisis, un egocéntrico que exige liderazgo sin fundamentarlo en compromiso, un virtuoso falto de disciplina, un genio del balón y la mercadotecnia que a la postre costará más que los 260 ó 300 millones que su fichaje implique.

Añadamos a eso el desbalance del vestuario, con la subida de sueldos general y el aplacamiento de egos. En definitiva, el Madrid ya sabe a lo que se arriesga. Lo ha sabido desde 2011, cuando se quedó, ya con fecha programada para presentarlo, vestido y alborotado.

Twitter/albertolati

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