Teatro del absurdo, festival de roles invertidos, donde el lobo era el acechado, donde todos lo sabían, donde el lobo nunca se enteró.

Acaso cuando notó que el descenso era inevitable, acaso apenas entonces y ningún segundo antes, dimensionó su error: el lobo había dejado de serlo, víctima de la más torpe autodestrucción.

¿Qué creyó Lobos BUAP o, más bien, qué se creyó? No sólo debutaba en primera división, sino que había ascendido con condiciones, estructuras y presupuestos por demás inferiores a los de buena parte de los equipos en la segunda categoría.

Entonces hizo lo que tenía que hacer: mantener a su joven director técnico, confiar en su proyecto. Los resultados en el primer semestre fueron tan espectaculares –incluso entre broncas, escándalos y sin transmisiones televisivas– que un segundo torneo ligeramente malo, bastaría para mantenerse.

Lo que el común de los recién ascendidos nunca consigue, estaba en sus manos: si la mayoría llega a enero ya con la soga instalada en el cuelo, inevitable procesión hacia el matadero, Lobos comenzó este 2018 siendo dueño de su destino.

Que se preocuparan los otros (Veracruz, Atlas, Querétaro): con que Lobos ganara 5 de 17 partidos, con que Lobos sumara unos 14 ó 15 puntos, prorrogaría un año su estancia en primera y que los demás, mucho más ricos, mucho más reputados, compitieran entre sí.

Añadamos a eso que en el momento más relevante, al recibir a Veracruz, el cuadro poblano jugó exactamente como se tiene que jugar cuando se trata de la supervivencia. Concentrado, aplicado, inspirado, convencido, Lobos ya había hecho lo más difícil: arponazo que dejó al Veracruz goleado y agonizante, con su directiva tan resignada a lo peor que admitía estar lista para pagar una multa que le aferrara a Primera.

Si hubiera que establecer momios, la mañana previa a la destitución de Rafael Puente, Lobos era favorito para quedarse. Horas después del anuncio de su salida, la apuesta había cambiado: los de la BUAP estaban en proceso de inmolación.

La salida de Puente fue ingrata, pero sobre todo insensata, absurda: ¿por qué pensaría su directiva que con un asistente de Rafa lograría la proeza?, ¿por qué renunció en el instante definitivo a lo que tan bien le había funcionado?, ¿por qué dio patadas de ahogado sin siquiera sentir el agua por encima de los codos?

Todos gritaron al lobo que ahí venía el descenso: quizá de tanto escucharlo, el lobo no lo creyó y se fue quizá para nunca volver.

Twitter/albertolati

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