En el futbol mexicano, ya se sabe, nada más relativo y flexible que las leyes.

Todo reglamento escrito está sujeto a revisión y ajuste según la necesidad, según la circunstancia. No así una norma de carácter oral, esa sí respetada a rajatabla desde que fuera acuñada bajo el nombre “Pacto de Caballeros”.

¿A qué nos referimos? Al recurso mexicano a fin de saltarse la regulación de la FIFA para el mercado de jugadores; esa que dice que todo aquel que termine contrato es libre de irse a donde mejor le parezca, sin necesidad de que se cobre o pague por él una transferencia (por poner un paralelo: es como si un ingeniero finaliza su vinculación con una constructora, tiene derecho a marcharse a ejercer donde mejor le parezca).

¿Por qué es una especie de fantasma? Porque mencionarlo es admitirlo y admitirlo es contravenir lo que la FIFA plantea desde 2002.

¿Existe en el mundo otro futbol que se brinque la más importante regla de la FIFA para los derechos laborales de sus agremiados? Poquísimas excepciones, como los elementos extranjeros en naciones del Golfo Pérsico donde impera un esquema de trabajo casi medieval (parte, por ejemplo, de lo que se critica a Qatar en la construcción de sus estadios por inmigrantes nepalíes).

En 2002, el día en que la FIFA anunció que ya ningún equipo podría pedir algo a cambio de un jugador sin contrato, pude entrevistar al entonces Secretario General del organismo, Michel Zen-Ruffinen. Al saber que trabajaba para un medio mexicano, me explicó que se otorgarían dos años adicionales a nuestro país para adaptarse al sistema de carta-libertad.

Un poco antes de eso, había entrevistado a Jean-Marc Bosman, cuyas demandas ante el Tribunal Europeo obligaron a que desde 1996 los clubes europeos ya no pudieran exigir el pago de traspasos por futbolistas que hubiesen terminado contrato. Buscando aterrizar el tema al contexto nacional, charlé con José Antonio García del club Atlante, quien me dejaba claro que ese esquema sería el acabose para los cuadros de la todavía no llamada Liga Mx.

Por ello, cuando llegó 2004 y la prórroga ofrecida por la FIFA culminó, poco me sorprendió que en la Femexfut se hallara manera de resistir a un cambio que no era opcional y tenía carácter global.

Ahí nació el Pacto de Caballeros: la única regla no escrita, la más respetada en nuestro balompié.

¿Qué pasa si alguien termina contrato? Tiene que renovar en las cifras que se le impongan, comprendiendo que de otra forma no habrá en dónde jugar.

Eso se debatió este miércoles. Ni más ni menos, uno de los principales síntomas de la excepcionalidad (peculiaridad, diría Zen-Ruffinen en 2002) de nuestro futbol.

Twitter/albertolati

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