Quería que pasaran unos días antes de escribir de la puesta en libertad del ex Presidente catalán, Carles Puigdemont, por el delito de rebelión. Y quería hacerlo por asimilar la información, conocerla mejor, ahondar en algunos puntos del Derecho Penal alemán y hablar no desde la vehemencia, sino desde la razón, como deber hacer cualquiera que se precie de ser periodista.

Carles Puigdemont realizó un referéndum a todas luces ilegal para saber si los catalanes querían separarse de España. Para ello, durante los nueve primeros meses del año pasado, puso a parte de la sociedad catalana a soñar un sueño imposible –que él mismo sabía– y fomentó, junto con sus adláteres de organizaciones como la Asociación Nacional Catalana u Omnium Cultural, que muchos ciudadanos separatistas llegaran a situaciones violentas. No hay más que recordar cómo miles de individuos intentaron linchar a la Guardia Civil a principios de septiembre, cuando ésta buscaba en la Consejería de Hacienda pruebas solventes por el delito de malversación de caudales públicos.

El día de la detención de Puigdemont en Alemania, seguidores separatistas sembraron el pánico en las calles de Barcelona y fue la Policía Autónoma Catalana –no la Guardia Civil ni la Policía Nacional– la que tuvo que intervenir.

Pues bien, con estos ejemplos y otros muchos –como intentar poner al Estado Español contra las cuerdas–, un juez de un Lander –algo parecido a un Estado en México– le dice a la Corte Suprema de Justicia española que Puigdemont no incurrió en el delito de rebelión y que, por lo tanto, no se le puede juzgar en España por dicho ilícito.

¿Dónde quedó entonces la armonización de la justicia europea que tanto se cacareó? Porque no es precisamente un buen ejemplo que un juez territorial le diga a nada menos que la Corte Suprema de Justicia de España cómo tiene que resolver el asunto del ex Presidente catalán.

Creo que sencillamente ha sido un despropósito. Sería lo mismo que el Presidente de un Lander alemán –por ejemplo, Baviera, que siempre han querido secesionarse de Alemania– quisiera separar a ese territorio de Alemania, se fugara prófugo de la justicia de su país, se le detuviera en España y un juez de Extremadura –por ejemplo– negara el delito de rebelión.

El asunto es muy grave. Primero porque vuelve a dar alas a los separatismos de otras regiones de Europa y en segundo lugar, porque el secesionismo catalán había quedado prácticamente enterrado, y la ex cancelación de Puigdemont ha avivado la llama.