El futbol, ese inigualable emancipador, ese entrañable motor de equidad, aunque no para todo.

Deporte en el que para destacar lo mismo da la estatura que la masa muscular, en el que se ignora la procedencia y religión del crack, pero que se ha demorado eternidades para un paso determinante: propiciar que las mujeres dirijan a varones, como de origen ha sucedido a la inversa –basta con decir que dos terceras partes de los estrategas en el Mundial Femenil de Canadá 2015 eran hombres, mientras que nunca se ha concedido a una mujer la oportunidad de hacerlo en un Mundial masculino.

Por supuesto, no es un tema exclusivo del futbol, sino aplicable al deporte de conjunto en general; Becky Hammon se ha convertido en la NBA en la primera asistente-entrenadora dentro de las cuatro grandes ligas deportivas de Estados Unidos; de a poco eso ha ido permeando a otras disciplinas y en la NFL empiezan a brotar mujeres en el cuerpo técnico, aunque todavía de manera provisional; inevitable también remitirse al hito marcado por las pocas árbitros pitando en duelos masculinos, como la alemana Bibiana Steinhaus o en México, en su momento, Virginia Tovar.

¿Por qué resulta tan atípica la presencia de la mujer en esos puestos? Por falta de conocimientos, no; por prejuicios, sin duda. Al hombre todavía le cuesta trabajo admitir que en pleno “juego de hombres” (por favor, agrandar con los ojos lo más posible esas comillas) una mujer le pueda enseñar algo o se erija jueza de su comportamiento en la cancha.

Traigo lo anterior a colación por una noticia que no puede pasar desapercibida: que por primera ocasión se ha encontrado a una chica árabe y musulmana entrenando a un equipo varonil. Salma Al Majidi decidió canalizar su pasión futbolera hacia la dirección técnica tras asimilar que como jugadora sería incluso más difícil desarrollarse. Consideremos las trabas de movilidad, independencia, vestimenta, que impiden a una deportista realizarse futbolísticamente en Sudán. Bajo esa circunstancia, bajo ese cúmulo de obstáculos, Al Majidi conquistó desde el banquillo su sueño de vivir cerca del balón.

El tema resulta más llamativo por tratarse de una nación tan conservadora y en una sociedad tan poco equitativa, donde incluso en 2012 hubo una orden religiosa que prohibió la selección femenil. Sin embargo, no hace falta meterse a Sudán, entre muchachas de cabello obligatoriamente tapado y una mínima práctica de deportes femeniles.

En las teóricamente muy progresistas ligas europeas, la situación es similar. Muy lejos, en Hong Kong, brotó la primera entrenadora campeona en una liga de hombres. Al tiempo, en la segunda división francesa se dio pauta para que una mujer dirigiera, mas renunció al cabo de un par de meses, aturdida por los prejuicios.

El camino continúa siendo larguísimo y no sólo en Sudán.

El futbol, ese emancipador, tiene demasiadas batallas pendientes que se niega a pelear, que prefiere posponer al infinito.

Twitter/albertolati

JNO

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.