La Liga de Campeones no es para advenedizos; tan no lo es que apenas tres clubes la han ganado por primera vez desde que el formato Champions fuera instaurado en 1992.

El abolengo pesa, los títulos nobiliarios difícilmente se compran, realeza cerrada y añeja como puede desprenderse de un dato demoledor en la actual edición: que las cuatro instituciones lanzadas hacia semifinales (Real Madrid, Bayern Múnich, Liverpool, Barcelona) figuran entre los cinco máximos ganadores históricos de ese cetro.

El fracaso de París Saint Germain y Tottenham, con proyectos tan diferentes en estructuras y posibilidades, ya anticipó esa tónica en la ronda anterior. Ahora el Mánchester City llegará a la vuelta en los cuartos de final bajo las condiciones más desfavorables: tres goles en contra y sin haber anotado como visitante; eso representa que bastará al Liverpool con un tanto para obligarle a cinco.

Motivo suficiente para que el temporadón que efectuaban los citizens bajo el timón de Josep Guardiola se vea un tanto empañado. Sin embargo, una comparación importante: Neymar sí fue comprado por el PSG pensando en conquistar Europa de inmediato, algo que no sería preciso mencionar con el técnico catalán, contratado para forjar un plan a largo plazo, para desarrollar un concepto de juego, para generar esencia e identidad; en el camino y dirigiendo su segunda campaña, ya ha levantado una Copa de la Liga y en cualquier momento certificará su título en la Premier League.

Más allá de lo anterior y de lo que ahora le llueve a Guardiola, recordándose que heredó al Bayern como monarca europeo y no pudo llevarlo a ese trono, imprescindible referirnos hoy a una frase que se lee justo antes de ingresar a la cancha del Liverpool: This is Anfield.

Así de sobrio, sin adjetivos, sin más diseño que el logo del club y el fondo en rojo: como si con eso todo estuviera dicho o como si quien llega hasta ese túnel pudiera encontrarse confundido respecto al sitio que está por pisar.

Anfield sabe demasiado de noches europeas. Anfield es experto en manejar los humores del balón durante jornadas continentales. Anfield entiende de grandezas ganadas y no compradas; ganadas, al estilo liverpudlian, con sudor y esfuerzo, noches frías en las que no hubo más remedio que apretar la quijada y ganar jugando bien, mal o regular.

Si alguien desea ver cómo un contexto social se refleja en el desempeño y mística de un equipo, quizá su primera parada deba ser Anfield en Liverpool: en el instante en que ese puerto caducó en utilidad y su población quedó condenada a emigrar o sobrevivir, la oncena red le devolvió a un sitio primordial.

Anfield ha hecho su parte en la ida y todo lo que no sea tener en semifinales a los cuatro que han tomado ventaja, resultará muy sorpresivo. Como sorpresivo es en la Champions League, se gaste lo que se gaste, que alguien jamás coronado acceda a ese trofeo.

Twitter/albertolati

JNO

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