La expropiación petrolera de 1938 permitió construir una figura mítica que ayudara a conservar el discurso socialista de los gobiernos mexicanos de la segunda mitad del siglo XX.

La señora rica llevando sus joyas, la señora pobre llevando su gallinita, todos los mexicanos donando sus pertenencias al tata Cárdenas para pagar a los abominables extranjeros su salida para quedarnos con nuestro petróleo.

Ese relato de adoctrinamiento le causó un enorme daño a este país durante décadas, porque elevaba un tema de decisiones económicas a los altares de la mexicanidad, pero era natural que cualquier instrumento de control social fuera preservado.

Hoy, el discurso nacionalista de un Estado cerrado a la producción energética, de los precios subsidiados y el control de los factores de la producción a través de los energéticos está de vuelta.

Todos los que se quedaron calladitos durante el exitoso tránsito legislativo de la reforma energética de 2013, los grupos “de izquierda” que se dieron por bien servidos con la llamada reforma fiscal que cobraba más impuestos a los de siempre, son lod que hoy ya se acordaron que son cardenistas pro Estado controlador del petróleo y quieren echar para atrás la reforma energética.

Hay empresarios muy ingenuos que creen que el domador de tigres realmente cambió y que permitirá el desarrollo de la libre competencia en este sector, tal como hoy lo garantizan los cambios constitucionales en materia de energía.

Quien le apuesta a la moderación de Andrés López en caso de llegar a la Presidencia que no pierda de vista como hoy quiere que todos aquellos que piensen diferente a él se callen, empezando por el presidente Enrique Peña.

Deja correr el coro de voces discordantes en materia energética sin que haya una definición en sus propias palabras de sus planes para ese sector. Las vaguedades que repite son un preámbulo para una quema de libros tan pronto como llegue al poder.

En el caso de José Antonio Meade no hay duda de la continuidad que implicaría mantener la reforma energética en su curso actual.

Incluso habría margen para una segunda generación de reformas que garanticen la competencia que hoy no se ha dado en sectores de esa industria. Lo mismo en gas LP, que en turbosina o en las mismas gasolinas.

El enigma que plantea Ricardo Anaya es que no hay claridad si piensa gobernar con los principios del PAN o del PRD, que en el terreno de los energéticos son disímbolos.

La falta de definiciones por parte de este aspirante presidencial confirman un simple deseo del poder por el poder.
Pero que quede claro que uno de los factores que va a definir el futuro económico de México de manera más contundente es la suerte que corra la reforma energética.

Que no quede duda que dar marcha atrás a las inversiones ya en curso van a generar una crisis de confianza que se paga con una contracción económica y si se busca paliar esta mala decisión con nuevos subsidios a los combustibles, la debacle será histórica.

JNO