El año pasado estaba llamado para ser una auténtica desgracia económica. Empezaba 2017 con la toma de posesión de Donald Trump y con los dólares arriba de los 22 pesos.

Las expectativas eran negativas para el país ante la inminencia de la salida de los Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y por todas las calamidades que habría de traer una pésima relación con el país con el que más vínculos tenemos.

Como puntilla para redondear un año de desgracias se liberaba el precio de las gasolinas con todo y los efectos negativos en sus costos. Todo por la coincidencia con un incremento en los valores del petróleo.

En fin, el panorama era francamente malo. Pero conforme avanzó el año ni terminó el TLCAN, el tipo de cambio regresó a niveles incluso por debajo de los 18 pesos por dólar durante el verano, el gasolinazo sirvió para hacer campañas políticas, no para generar hiperinflación y, al final, el Producto Interno Bruto terminó con un crecimiento de 2.3%.

Los que esperaban el desastre se quedaron con las ganas, y también se quedarán esperándolo este año, porque la economía pinta mucho mejor. La expectativa de crecimiento es constantemente revisada al alza, va ya en 2.5% en los cálculos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

La inflación ha iniciado un camino de baja que apunta a un nivel al cierre del año mucho más cercano a la meta y las expectativas de que se pueda renegociar el TLCAN ya van arriba de 60%.

Pero para este año el principal riesgo es el político. No por la amenaza lopezobradorista de soltar al tigre del pueblo si pierde las elecciones, sino precisamente por el escenario contrario.

Hay un empecinamiento en destruir lo avanzado por parte de un eventual gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que resultaría muy caro para este país.

El mejor ejemplo es el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. El gobierno actual hace los mayores esfuerzos posibles para blindarlo y protegerlo del capricho de destruir esa obra que, además, ya presenta un avance importante.

Pero si es intransitable la necedad de López Obrador de frenar esta obra tan necesaria, lo puede hacer. Ahí el costo económico, y sobre todo en confianza sería descomunal.

En materia energética sucede lo mismo. Hay declaraciones contundentes del primer círculo lopezobradorista que apuntan a frenar la reforma energética que ya está en marcha con inversiones multimillonarias.

No hay, por ahora, un escenario en el que este candidato pudiera ganar una mayoría calificada en el Congreso para hacerlo por la vía legal. Pero sabemos que habría formas incluso ilegales para detener al sector energético.

Falta mucho para ese eventual triunfo, faltan esencialmente los votos de los mexicanos. Pero esos pretendidos giros hacia el peor de los pasados económicos de este país podrían provocar, al menos, una parálisis por la lucha entre poderes que se desataría.

JNO