Foto: DANIEL PERALES Señala que la corrupción, ese gran cáncer de la vida pública y privada en el país es el principal causante de la debilidad en el tejido y el bienestar social  

La corrupción, ese gran cáncer de la vida pública y privada de México, y el principal causante de la debilidad en el tejido y el bienestar social, es un tema que a todos los mexicanos nos incumbe porque nos afecta directamente en todos los niveles.

A lo anterior se suma la guerra antinarco, la inconformidad social, la furia, las plagas de la obesidad y la diabetes, las políticas del presidente estadounidense Donald Trump y su amenaza con construir un muro en la frontera con México, el calentamiento global y las heridas que dejaron los terremotos de septiembre pasado, los cuales forman parte del vasto diagnóstico de los padecimientos que afrontan el país y el planeta, retratados en La sociedad dolida: el malestar ciudadano (Grijalbo), de la autoría del doctor Juan Ramón de la Fuente, exrector de la UNAM y exsecretario de Salud de México.

“Éste es un enfoque, creo yo que novedoso y distinto de los tradicionales, para poder entender de dónde viene este malestar ciudadano, este enojo, este hartazgo y para ello tomé el símil de mi profesión, la de médico, y así tratar de entender a la sociedad mexicana como un sistema dolido”, explicó De la Fuente a 24 HORAS.

Desde su experiencia médica y como conocedor de la realidad sociopolítica del país, Juan Ramón de la Fuente realiza una radiografía de los trastornos y las afecciones que agobian a los mexicanos, pero también la explicación de los riesgos que conllevan y sus consecuencias.

¿Existe una cura para aliviar esa dolencia social?
Teóricamente la hay, pero la sociedad mexicana tiene que ser parte de la solución. No podemos esperar que la solución nos venga de fuera, lo que debemos exigir que venga de fuera es la verdad. Tenemos que exigir la veracidad de los hechos para que nosotros podamos valorar de una manera más objetiva e integral qué es lo que haremos.

Yo me pregunto, a los padres de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos, que no supieron qué paso, yo mismo no sé qué pasó. Si nadie sabe lo que paso a ciencia cierta, ¿cómo podemos pedirles que perdonen? ¿Cómo podemos pedirles que asimilen si ni siquiera saben qué paso? Y si a eso le extrapolas a los poco más de 30 mil familias de desaparecidos que hay en este país, ¿qué les pides? ¿Qué les puedes plantear?

Debemos asumir que nosotros somos parte de la solución, y mientras no salgamos de esa dinámica, mucho me temo que nos vamos a quedar dando de vueltas en este círculo de dolor y malestar, que no es bueno, porque no nos ayuda ni en lo individual ni en lo colectivo, ni como sociedad ni país.

¿Cómo puede participar la sociedad civil en aras de encontrar esa solución?
En la vida colectiva hay muchas formas de ser participativo; por ejemplo, a través de las organizaciones sociales, gremiales, académicas, en la propuesta de nuevas políticas públicas, de nuevas iniciativas, de proyectos que permitan modificar el entorno, representan una buena salida. Yo creo que una mayor participación de la sociedad, en una democracia que tiene que ser cada vez más de los ciudadanos y menos exclusiva de la clase política, es parte de la solución.

¿Qué función tiene el voto en este proceso de sanación para la sociedad mexicana?
El voto es terapéutico. No han sido tiempos sencillos y yo me temo que pudieran no necesariamente cambiar demasiado, aunque tenemos una oportunidad con las próximas elecciones. Votar puede ser parte de esa idea de que vamos a hacer algo para incidir en nuestro futuro, entonces yo soy de los que piensan que hay que vota, pero también hay que exigirle al INE y al Tribunal Electoral que respete nuestro voto.

JNO