Todos los candidatos presidenciales quieren debatir, todos menos uno: Andrés Manuel López Obrador. Y ahora que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le dio luz verde a los debates, este llamado se ha convertido en el nuevo grito de guerra de todos, menos de uno de los contendientes.

El aspirante de la coalición Juntos Haremos Historia sabe que poco tiene que ganar y mucho que perder si se arriesga a confrontar su proyecto y trayectoria ante sus contrincantes, y por eso le saca la vuelta al intercambio con la independiente Margarita Zavala y los candidatos de las alianzas Por México al Frente, Ricardo Anaya, y José Antonio Meade, de Todos por México.

Sin duda, sus adversarios lo quieren subir a ese ring porque saben que es precisamente en los debates, en el contraste de personalidades y programas, en la exhibición de trapos sucios y los golpes directos como le pueden bajar algunos de los puntos de ventaja que lleva el líder de MorenaPartido del TrabajoEncuentro Social.

Por eso dice López Obrador que le quieren echar montón, victimizándose de manera hábil y rápida, pero escamoteándole a la sociedad una de las principales herramientas que en los procesos electorales tienen las democracias para que sus ciudadanos valoren a quien entregarán su voto para dirigir su destino como nación.

Pero estos llamados a los debates también tienen como objetivo, del lado opuesto, exhibir a López Obrador en su lado frágil, que es precisamente la revisión de su pasado: su origen priista, su activismo violento, la ruptura que generó en el Partido de la Revolución Democrática a su paso como dirigente nacional, su gestión como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal que quedó marcada por los videoescándalos y el ocultamiento por 12 años de los manejos de la obra de los segundos pisos del Periférico a cargo de la Constructora OHL.

Y también ciertamente para mostrarse todos -Meade, Anaya y Margarita- fuertes y duros frente al electorado, echados para adelante y dispuestos a luchar cuerpo a cuerpo en esta contienda.

López Obrador, sin duda, no irá a ningún debate por voluntad propia. Sin embargo, no podrá rehuir ese momento; deberá acudir a los tres debates organizados por el Instituto Nacional Electoral, porque ya tuvo como experiencia, en 2006, haberse negado a acudir al primer debate presidencial de entonces, lo cual le costó una caída muy importante en las preferencias electorales.

Así las cosas, vamos a seguir viendo a los candidatos de PRIPartido VerdeNueva Alianza, la coalición PANPRDMC y a los independientes exigiendo a AMLO a debatir y a éste sacándoles la vuelta, lo que nos debería llevar a seguir reflexionando sobre lo mal que está nuestra legislación electoral, que por desgracia no promueve los debates, no obliga a los candidatos a participar en ellos. En fin, así de mal estamos, y no se ve que mejoraremos.

JNO