En su respectiva K, el recuerdo del origen y el dolor de la mudanza, a un siglo de distancia.

Los clubes griegos PAOK de Salónica y AEK de Atenas, que protagonizaron un partido dirimido con brutal escándalo el domingo, comparten raíz, aunque eso de ninguna forma los dota de fraternidad, palabra imposible en el futbol griego.

En un encuentro antecedido por choques de aficionados con policías y fuertes trifulcas, se jugaban el liderato; el PAOK anotó en los últimos instantes y el árbitro invalidó la anotación tras haberla concedido por unos instantes; primero los jugadores y luego el millonario dueño del club, se fueron sobre el árbitro, quien decidió desertar de la cancha, quedando el cotejo inconcluso.

¿A qué me refiero con lo del origen y la mudanza? En 1922, Grecia y Turquía cerraban su sangriento conflicto, acordando un intercambio masivo de población. 500 mil musulmanes cruzaron el mar Egeo con dirección a Estambul y 1.5 millones de cristianos ortodoxos hicieron el recorrido inverso hacia el Pireo. Esos recién llegados a tierras helenas, difundieron el deporte que habían aprendido a adorar en su viejo hogar, entre hamams, bazares y almuédanos citando a oración. La letra «K» en las siglas reitera que representa a griegos de Konstantinóupolis, como todavía llaman a la capital turca, Constantinopla, hoy Estambul. Por eso, desde el exilio le decían «I Polis», La Ciudad, lugar por siempre añorado y nunca reemplazado; en la película Politiki kouzina, el personaje principal intenta escapar de regreso a Turquía y clama dolido: “Así como los turcos nos echaron por griegos, los griegos nos recibieron como turcos”.

Eso propició también que los escudos de PAOK y AEK sean idénticos, con la imagen del águila bicéfala del antiguo Imperio Bizantino y que a su clásico se le llame el de las dobles águilas. Más aun, el color del uniforme del PAOK, a rayas negras y blancas, se vincula directamente con el episodio de 1922: el negro por el luto, el blanco por la esperanza de volver a casa. Al tiempo, el del AEK, toma el amarillo de la bandera bizantina.

50 años antes de tener que emigrar a Grecia bajo estatus de refugiados, el PAOK ya existía en el barrio de Pera en Estambul; se denominaba club Hermes, en un afán de reivindicar su lazo hacia la cultura griega a la que pertenecían sus integrantes. Finalizado tan cruel conflicto, esos mismos jugadores fundaron en Salónica al PAOK, ahora con el lazo en el sentido opuesto. Algo similar con el AEK, tomando las bases de lo que fueron las instituciones deportivas Iraklis y Énosis en la capital turca, y empezando su andar competitivo ante las ruinas del Templo de Zeus en el corazón de Atenas.

Con el árbitro concediendo un gol y luego anulándolo, con el propietario del equipo bajando al campo rodeado de sus guardaespaldas, con la persecución al árbitro, con lo que ya se vivía en la tribuna, con la violencia tan recurrente en los estadios griegos, vale la pena añadir que el común de los aficionados de estos dos equipos suele tener al otro como segundo en preferencia. En todo caso, eso no implica grado alguno de hermandad, palabra imposible en el futbol de ese país.

Esa K y esas águilas que los unen, también los separan, habiendo inventado a la distancia de tiempo y espacio, un derbi que nunca existió en Estambul a inicios del Siglo Veinte.

Twitter/albertolati

JNO

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