La semana pasada Vladimir Putin ofreció su discurso de la Nación, a la población rusa. Exhibió los últimos avances a nivel armamentístico bajo la sorpresa de todos. Su nuevo juguete el SARMAT es un misil que parece indestructible y que es indetectable, ya que es capaz de driblar los escudos antimisiles estadounidenses. Y todo ello en una puesta en escena propia de Hollywood, con un público que se rompía las manos cada vez que hablaba.

 

Lanzaba un mensaje muy claro al mundo. Putin quiere ser el Zar del mundo mundial, con sus socios chinos, los únicos que realmente van de la mano con Rusia en el dominio del planeta. No hay más que ver cómo se ha acercado China en su apoyo a Rusia en la partición del Círculo Polar Ártico que según se va derritiendo los diferentes países lo reclaman para ellos. Normal. Hay ingentes cantidades de gas, petróleo, oro y un mundo insondable, un tesoro propio de filibusteros.

 

Pero había un mensaje mucho más certero y claro. Putin le hablaba al mundo pero especialmente a los rusos, a los ciudadanos que él –con tics dictatoriales- les considera el pueblo.

 

No podemos olvidar que el próximo domingo 18 de marzo hay elecciones presidenciales en la basta Federación Rusa y que Putin tiene todas las papeletas para ganar el premio en la feria.

 

Para empezar se ha quitado de en medio a sus “enemigos”. Se mantiene firme a quienes desafían su poder omnímodo. Acaban encarcelados, perseguidos o en el exilio. Es el caso del campeón del mundo de ajedrez Gari Kasparov que tuvo que huir a EU, en 2013, porque decía no sentirse seguro al haber sido un crítico de Putin.

 

Pero también ha habido muertes, digamos “dudosas”. El ex espía Alexander Litvinenko murió envenenado víctima de polonio. Lo mismo le ocurrió al ex presidente ucraniano Viktor Yuschenko, aunque este último logró sobrevivir al veneno.

 

 

Periodistas críticos o magnates incómodos han estado en el punto de mira del Kremlin; todos aquellos que intentaban hacerle un mínimo de sombra al actual presidente.

 

Por esa política del terror y porque ya no tiene contrincantes que le opaquen, Vladimir Putin volverá a ganar las elecciones eternizándose en el poder, que es realmente lo que está buscando. Eso sí, el nivel de abstención será muy alto. Es la única manera que tienen de protestar los ciudadanos rusos ante la impunidad ramplante y la corrupción desmedida que se practica en Rusia.

No hay nadie que le ponga en su sitio. Más bien él coloca a cada uno empezando por su propio homólogo y “amigo” Dondaldo Trump.

La pregunta no es si vencerá Putin. La pregunta es qué porcentaje obtendrá. No vaya a ser que se empiecen a parecer a las elecciones de Hugo Chávez o a las del dictador Franco que salía victorioso con un 98.8%.

 

aarl