El reto no es para Ricardo Anaya.

Es para el gobierno.

En específico, para instituciones oficiales y autónomas.

El SAT.

La PGR.

Y muy pronto el INE y después el Trife.

Lo indiciarán por sus operaciones sospechosas en materia inmobiliaria en su natal Querétaro con empresas vetadas por el SAT y para él altamente productivas.

El candidato presidencial del PAN (la suma del PRD y MC es un eufemismo) la tiene simple.

No necesita acreditar “cómo se hizo de mulas Pedro” –Andrés Manuel López dixit-, porque él goza su fortuna y vive conforme a ellas para beneficio propio y de su familia.

Sólo así se explica por qué envió a Estados Unidos a su familia, esposa e hijos, cuando sintió que México es inseguro y los destinó a Atlanta, a donde viajaba cada fin de semana.

“Le preocupa la familia”, dice su spot, y la celosa protección a los suyos lo demuestra.

Ya viven en México, pero es por presión mediática cuando lo costoso de sus viajes y de los gastos en Georgia se convirtió en escándalo, no por voluntad suya.

ACUSAR PERSECUCIÓN SIN EXPLICAR

Viene lo definitivo.

La difusión de las presuntas operaciones ilícitas de Ricardo Anaya, vía su compañero de escuela, socio y amigo Manuel Barreiro Castañeda, van hacia la demostración.

Anaya recurre al viejo argumento de los delincuentes públicos, cuando hablan de presiones del gobierno (él agrega al PRI, pero no explica su súbita fortuna).

En su caso, la historia es vieja.

La investigación viene de varios años atrás.

De cuando hizo operaciones en Querétaro con una empresa lavadora de dinero, no de cuando el otrora Joven Maravilla –para hacer fortunas maravillosas, ironizan algunos- se proyectaba como candidato presidencial de esa amorfa alianza izquierda-derecha.

Entonces él era un funcionario del Gobierno de Querétaro, encabezado por Francisco Garrido, y le detectaron operaciones sospechosas y después vinieron políticas posiciones en vorágine.

La diputación federal, la presidencia de la Cámara de Diputados, la secretaría general del PAN, la coordinación de la bancada panista por patrocinio de Gustavo Madero, la dirigencia del partido…

Y en el inter, los negocios, los moches, la fortuna, la oportunidad de proyectarse a donde está…, mientras la justicia no lo alcance.

Si lo alcanza.

Aquí está su suerte:

Si no le acreditan cuanto le señalan –y los indicios no lo salvan-, lo convertirán en héroe y lo proyectarán para ser contendiente real del Mesías Tropical, como llama Enrique Krauze a Andrés Manuel López.

Ése es el desafío.

LA JUSTICIA JAMÁS LO ENCARCELARÁ

Qué ironía.

El adalid de la lucha contra la corrupción está envuelto en un escándalo de corrupción.

Severo problema, porque no ha explicado su enorme y súbita fortuna, y la profundización de las investigaciones de las autoridades fiscales y penales cada día lo hunden más.

Más allá de todo esto, Ricardo Anaya repite a sus cercanos:

-Jamás caeré en la cárcel.

Es cierto.

Ninguna institución –ni la PGR, ni la SEIDO ni el SAT- lo ven en la cárcel.

Pero quizá nadie lo salve de ser indiciado.

Ni El Jefe Diego Fernández de Cevallos ni sus abogados especialistas en lavado de dinero.

¿Por qué habrá recurrido a ellos?

JNO

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