Por romántico que hoy se pretenda plantear, el ideal de la original Tregua Olímpica en la civilización griega no era de paz sino de operatividad.

No se hablaba de reconciliarse con los enemigos ni de sustituir rencores por concordia, sino de simplemente permitir a los atletas, aficionados, autoridades, desplazarse sin riesgo desde su ciudad-estado hasta Olimpia.

Ekecheiria solía llamarse –literal, “apretón de manos”–, a esa interrupción de medio año de toda confrontación: tres meses para llegar hasta la sede de los Juegos, otros tres suficientes para volver a salvo hasta casa.

Según narró Tucídides, la representación espartana fue excluida de unos Olímpicos por haber atacado Lepreon cuando ya no era posible hacerlo. Lejos de argumentar a favor de la paz o el buen entendimiento entre los pueblos, Esparta rebatió esa decisión argumentando su desconocimiento de que la Ekecheiria ya había entrado en vigor: es decir, la Tregua pudo evitar numerosas pugnas y a ella se debe parte del esplendor heleno (un semestre de cada ocho para crear y pensar sin amenazas), aunque, como se ve, obedeció más a lo práctico que a lo pacífico.

Traigo tan largo preámbulo a colación para referirme al anuncio hecho por Corea del Sur: que frenará sus ejercicios militares conjuntos con Estados Unidos hasta la conclusión de los Olímpicos de invierno de Pyeongchang. La intención es no provocar o dar excusas bélicas a Corea del Norte, teniendo reunida a la comunidad internacional del deporte a escasos setenta kilómetros de la explosiva frontera. La Ekecheiria tal como los más pragmáticos griegos la entendieron.

Por breve tiempo, las Coreas fueron el orgullo del COI de Samaranch al desfilar juntas en la inauguración olímpica: inmenso logro si se considera que, tras el conflicto de 1950 a 1953, nunca firmaron de manera oficial la paz. Antes, los norcoreanos boicotearon los Olímpicos de Seúl en 1988, respaldados por naciones como Cuba y Albania. Llegados los Juegos de Sídney 2000, aceptaron compartir la bandera de la unificación (la cual muestra el mapa de toda la península coreana) y así siguieron hasta poco antes de arrancar Beijing 2008, cuando se pretendía que incluso compitieran bajo un mismo nombre.

Desde entonces, esa relación se ha vuelto a torcer y con ello crece la incertidumbre respecto a si Corea del Norte acudirá a los Olímpicos de invierno en su vecina Pyeongchang.

Si lo hace será todo un hito, aunque, vaya paradoja, tras uno de los años más tensos en tan extraña paz armada. Extraña, por usar un adjetivo, como el cruce de misiles verbales intercambiado entre Donald Trump y Kim Jong-un. Tras debatir sobre quién tiene el botón más grande para dañar nuclearmente al enemigo al otro lado del Océano Pacífico (oportuno nombre de esas aguas), ahora accede a frenar los ejercicios militares de la mano de Corea del Sur.

¿Paz? No, más bien operatividad. Tal como aquella Ekecheiria.

Twitter/albertolati

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