Año con año, desde su muerte, el 3 de enero de 2006, dedico este texto a Agustín Granados, periodista, conductor de televisión, corresponsal de guerra y amigo-casi padre entrañable. Siempre me descubro en alguna situación preguntándome qué haría o qué diría mi querido Agustín, y lo mismo he hecho ahora que se avecina el proceso electoral más grande de la historia en este 2018 que comienza.

De entrada, conocedor de la política mexicana, Agustín nos diría que el calendario electoral mexicano que diseñó el régimen posrevolucionario estaba hecho para minimizar los conflictos y no para maximizarlos, pues tomaba en cuenta la vecindad entre estados, las elecciones federales y hasta el clima de cada región para garantizar que el surgimiento de un conflicto en un estado no se extendiera a otro o que fuera un factor de desestabilización en los comicios presidenciales.

Con su humor característico y su capacidad crítica, el buen Agustín diría que la elección que viene es una bomba de tiempo, porque el diseño del sistema electoral está hecho de modo tal que los conflictos se magnificarán y los nueve comicios estatales contaminarán la elección presidencial. Y es que el número de candidaturas en juego se cuenta por miles, y en términos reales simplemente será imposible auditar a todos y cada uno de los aspirantes, lo que es un incentivo gigantesco para que el dinero sucio (venga de la corrupción o del crimen organizado) entre en las campañas de todos los partidos.

Luego vendría su análisis de las alianzas, como comunista y ex activista del movimiento estudiantil de 1968, Granados seguramente se habría opuesto de manera categórica a una coalición entre los Partidos de la Revolución Democrática (del que fue militante) y Acción Nacional, y habríamos discutido fuerte porque tendría en su mapa político al PRD y Morena, de Andrés Manuel López Obrador, en la izquierda, frente mi opinión de que en ambos partidos no queda ya nada del pensamiento e ideología que caracterizan a las izquierdas en el mundo moderno.

Agustín calificaría a Jaime Rodríguez Calderón El Bronco como un norteño tan ignorante como Vicente Fox; a José Antonio Meade, de tecnócrata; a Margarita Zavala no le vería tamaño para ser Presidenta; repudiaría a Ricardo Anaya por la derecha autoritaria que pretende esconder bajo un manto de pretendida juventud y modernidad.

Tampoco coincidiríamos en torno a Andrés Manuel López Obrador, las nostalgias del México de los años 70 y las políticas subsidiarias y asistenciales le impedirían ver a El Peje como el fascista que es y, quizá, encontraría justificaciones para sus disparates como la amnistía a narcotraficantes o regalar dinero a jóvenes y viejos como eje de su lucha contra la pobreza u ofrecer acabar con el crimen en tres años.

En fin, habría mucho de que charlar, pensar y discutir con Agustín; son ya 12 años sin su inteligencia, humor, experiencia y cariño. El cáncer se lo llevó, y nos pesó a todos los que éramos su familia: Livier, Lorena, La Gorda, Marisa Rivera, Julio González El Chango, Francisco Barradas, Claudia Flores Barreto, Susana Castaneira, Lourdes Esquivel y sus compadres Pepe Cárdenas y Joaquín López-Dóriga.

Pero así es la vida; lo mejor es que estuvo para marcar las nuestras con su risa y sus excesos. Desde aquí te abrazamos, adorado Agustín.

JMSJ