Justo porque la vida no nos lo puede o suele dar, en el futbol lo pedimos todo y siempre.

 

Gianluigi Buffon se queja de las críticas a su selección (“Si España da 100 pases aplaudimos, pero si los da Italia…”), la afición argentina añora cuando su equipo ganaba jugando mal (encabezados que firman ir a repesca contra Nueva Zelanda), la holandesa ya no pide estilo sino como sea calificar (tras no acudir a la Eurocopa 2016, es muy factible que los naranjas fallen a Rusia 2018), la francesa exige más peso a los veteranos tras un extraño empate frente a Luxemburgo (y tras alinear a varias de las perlas galas que en tantos millones se han vendido), la mexicana se debate en diversos grados de inconformidad pese a la inéditamente sencilla clasificación al Mundial.

 

En ese contexto, en el que incluso quienes nunca lo han hecho demandan jugar bien, con una esencia identificable y metiendo muchos goles, atrapa todos los reflectores el caso chileno.

 

¿Qué hubiera preferido el aficionado promedio en ese país: alzar dos títulos continentales en el cuatrienio (¡los primeros en su historia!), o acudir a los dos Mundiales que abren y cierran este ciclo? Negado el derecho a elegir las dos, la respuesta seguramente hubiera sido la primera, aunque hoy, ya con esas dos coronas en sus vitrinas, la mayoría parece olvidarlo y sólo atiende el drama de su dudoso pase a la Copa del Mundo.

 

Generaciones de grandes cracks pasaron por la selección roja, sólo teniendo en común el ver cómo los trofeos se los repartían los demás. Finalmente en 2015 llegó la conquista de la Copa América, misma que muchos demeritaron: disputarla en casa, afirmaban, representó una inmensa ventaja. Así que para 2016 los chilenos repitieron gloria y verdugo, imponiéndose a Argentina en la Copa América Centenario. La era triunfal estuvo cerca de prorrogarse a la Copa Confederaciones 2017, sólo que una distracción inicial cambió el partido ante Alemania y los andinos ya no lograron empatar.

 

Cómo se enredó Chile en este embrollo, es tema de un análisis distinto. Lo relevante es que hoy parece muy factible que la mejor o una de las tres mejores selecciones desde que concluyó Brasil 2014, no viaje a Rusia 2018.

 

Brasil, esa misma que desde el desastre del Mineirazo ofreció dos de los peores certámenes que se le hayan visto (Copa América 2015, fuera en cuartos; Copa América Centenario, fuera en primera ronda) y cambió por enésima vez de entrenador, ahora camina hacia el Mundial con un cartel de favorito que no había portado en un buen rato.

 

¿Qué hubiera preferido el aficionado promedio en ese país: alzar dos títulos continentales en el cuatrienio (de los que ya tienen muchísimos), o mantener su racha de asistencia? Descartadas las dos opciones, seguramente lo segundo, aunque en su momento hubo un drama nacional que aseguraba que su futbol ya se conjugaba en pasado.

 

Lo dicho: justo porque la vida no nos lo puede o suele dar, en el futbol lo pedimos todo y siempre.

 

Twitter/albertolati

 

caem

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.