A veces la meritocracia se hace tan atípica en el deporte, como en la política o la sociedad…, y es mucho decir.
Tras tan extraño renglón inicial, me explico con unas frases: del “siempre gobiernan los mismos” o el “dinero lo tienen los mismos”, al “siempre juegan los mismos”, la diferencia es nula: frustración, resignación, desmotivación, indiferencia como reacción ante la plutocracia.

 

 

 
Hubo una época no muy lejana, en que el contexto del Real Madrid (aficionados, medios afines) se embelesaba ante ese juego de letras que permitía hablar de la delantera BBC: el mejor futbolista británico, el mejor futbolista francés y el mejor (o uno de los dos mejores) futbolista del mundo. Fórmula que ponía en predicamentos a los otros siete jugadores de campo, obligados a defender en mayor cantidad de metros, a poner mayores dosis de pulmón y sudor, a asumir rol de pararrayos, expuestos a la crítica y no a la ovación.

 

 

 
El problema se hacía mayor al reparar en los que jugaban detrás de esos tres portentos ofensivos: tres medias-puntas reciclados a medios recuperadores, tres estetas reconvertidos en sacrificados. En el común de los equipos Modric, Kroos, Isco, James, el ya emigrado Di María, jugarían algo detrás de los delanteros, no con alta responsabilidad de recuperar y apretar; en el Madrid, adicto desde mucho tiempo atrás a comprar medias-puntas para adaptarlos a otras funciones, no.

 

 

 
Claro que si a cambio de eso la BBC aportaba cien goles por temporada (ese ritmo mantuvo entre 2013 y 2016), todo ajuste tenía sentido. El problema se ha magnificado con una productividad sustancialmente menor y, sobre todo, con una evidencia que ha pasado del susurro al grito: que el Madrid juega mejor cuando no están disponibles los tres, que la administración de la abundancia (o sea, no tener lesionados) supone un problema para su director técnico.

 

 

 

 
¿Meritocracia? En el plantel blanco que, como sea, sigue líder en España y pierde poquísimos partidos con Zidane, es más bien aristocracia. Llegados los cotejos importantes y con todos sanos, no jugarán necesariamente quienes lo merezcan o quienes mejor resuelvan el acertijo específico de ese rival.

 

 

 

 
Otro tema es que a varios futbolistas no se les conserva en la cancha por lo que están haciendo, sino por lo que se les supone capaces de llegar a hacer. Justo ahí estriba la diferencia entre las derruidas meritocracias de política y deporte: que en el primer caso nos hemos resignado a lo peor, mientras que en el segundo estamos siempre listos para la más pasional reconciliación.

 

 

 
En lo que la reconciliación llega, la alternancia en el Bernabéu será ante la urgencia y no ante el mérito.

 

 

 
Twitter/albertolati

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